Eros y Tánatos, como los dos pilares en los que transcurre la vida, dos umbrales difíciles de separar y dos túneles de sentido único sin escapatoria, sin vías alternativas ni salida de emergencia. Las risas de la muerte se escuchaban allí al fondo, a lo lejos y se volvían a escuchar de nuevo en su eco: Ven, acércate que llevo una vida esperándote, decía. Pasa, acomódate y quítate los zapatos, no los necesitarás para el camino que nos espera. Te llevaré a hombros, guiñapo de hombre, despojo de humano, residuo de ser y cerumen de la creación, que contuviste tu espanto ante mi hermano el miedo a vivir y desarrollaste rodillas capaces de postrarse sin orgullo ante la obscura soledad de los últimos días, queriéndote aferrar al clavo ardiendo de una vida peregrina. Hubieses dado los mejores recuerdos de aquellas tardes por un par de meses más amasando la virginal vida, hubieses vendido tus últimas baratijas y tus últimos gestos a cambio de un sólo orgasmo más con ella, la ausente ya , la vida. Pero, no, no hay tiempo a cambio de tus tesoros, ni un segundo de luz en el obscuro cuarto sin puerta de salida. Paredes, techo y suelo, convergiendo en la obscuridad se amontonan en los párpados y los hacen, tan pesados... pétreos y pesados, y tan llenos de polvo.
Quiero mirarle antes de morir, ver de nuevo sus dientes blancos mientras su sonrisa me abre su corazón y me invita a pasar. Quiero quedarme dentro para siempre, en el iluminado vestíbulo de su rostro. Sentir su mano de nuevo, sus labios una vez más y su sangre, quiero su sangre corriendo por mis venas como si fuera la mía, llenándome las células con su generosa sonrisa.
Adiós,
sobre todo mi última tentación será la de mirarte un minuto más cuando los párpados pesen
y quieran y no quieran cerrarse para siempre y se sellen cayendo como losas enormes sobre mis ojos,
esos que te miraron tanto y comprendieron la armonía
de tu ser intacto por los seres grises que atraviesan túneles
y no tienen nada que recordar, ni motivos para mirar atrás,
ni recuerdos, ni vida propia.
Nunca dejaré que la obscuridad se me pegue a la piel,
que me devoren las sombras, mantendré encendida la luz de la vida
para que al llegar a la muerte consabida,
llena de recuerdos y de una soberbia sonrisa,
portadora de preludios de un final feliz junto a los
míos,
TÚ, no "puedas" conmigo .