Dame tus manos, deja que te ate, que bese tus labios, que muerda el olvido cuerpo a cuerpo, boca a ciegas, que tus pies resuelvan mi frío.
Deja que arañe tu aburrimiento y la soledad crispada de cualquier tarde, la siesta de persianas entornadas, que resume tu vacío y el tedio.
Dame tus brazos, enormes alas, que con cordel trenzado aten mi calma, gira, mira, dame tu espalda, columna de templo, mediatriz de tus flancos de simetría exacta. ana