...
Este es el día en que yo reino, triste,
está es la noche que me echó de hinojos;
y rezo: que algún día mi corona
pueda alzar de mi frente.
De su sorda opresión he de ser siervo:
¿no puedo, en recompensa, ni una vez
contemplar, cara a cara. sus azules
turquesas, sus brillantes y rubíes?
¿Quizá murió hace mucho el resplandor
de las piedras: quizá me lo robó
mi huésped, el pesar: quizá no había
piedras en la corona que me dieron?...
Poesías Juveniles
Rainer M.Rilke
Una noche sonó la pesadumbre
y presentí la música estelar tras las piedras,
me abandoné al silencio
escuché las notas del latir interno
en la infinita soledad que emana de los rasguños,
en la negra sangre con que se mancha el rostro.
Esta enfermedad se sufre casi siempre con la piel marchita
con los párpados casi cerrados
con las manos manchadas de nostalgia.
La noche suele entonces triturar la vida,
devorarla
con su balanceo sinuoso en el que esconde su tortura.
Se complace incluso con nuestro desvelo,
nos zarandea a gusto.
Se nos hielan los dedos del amor
porque las manos no se movieron a tiempo
y temblamos con el frío de tanto raso
bajo nuestras nucas acomodadas.
Aún así, seguimos postrándonos de hinojos
ante cualquier haz de luz que penetre en nuestras vidas,
y nos volvemos adolescentes al galope,
desbocados.
ana