[...]Toda vida es sólo un amago,
el anuncio o comienzo de un gesto.
También la poesía es un amago,
pero su ademán permanece, como si fuera algo más.
El hombre y su lenguaje empujando
implacablemente sus límites,
desvestidos de todo cuanto no sea límite,
desvistiéndose de aquello que ahora lo es.
Suprema afirmación,
es también lo más cercano a la suprema negación.
La grandeza concreta de la poesía,
como la de la vida, consiste en no estar hecha.
Un salto siempre más allá,
el salto que nos hace posibles.[...]
(Esto es parte de un texto en prosa de ROBERTO JUARROZ, aunque aquí yo lo haya transcrito en forma de poema)
Este texto fue publicado como prólogo a Poèsie verticale (Recontre, Lausanne, 1967). Puesto que se trata del prólogo a una antología bilingüe, se publicó ahí solamente en su versión francesa. La versión en castellano apareció en la revista Actual, como complemento de un artículo de Ludovico Silva, “Decir de lo indecible: Poesía Vertical de Roberto Juarroz”, luego reproducido en Roberto Juarroz: Poesía y creación.
Callar en algún sitio de uno mismo
y callar en algún sitio de otro,
para que el amor no cambie de nombre.
Y callar también
donde ya no hay más sitio.
(de "Poesía Vertical", R.Juarroz)
. . . . . . . . . . . . . . . .
No tenemos un lenguaje para los finales,
para la caída del amor,
para los concentrados laberintos de la agonía,
para el amordazado escándalo
de los hundimientos irrevocables.
¿Cómo decirle a quien nos abandona
o a quien abandonamos
que agregar otra ausencia a la ausencia
es ahogar todos los nombres
y levantar un muro
alrededor de cada imagen?
¿Cómo hacer señas a quien muere,
cuando todos los gestos se han secado,
las distancias se confunden en un caos imprevisto,
las proximidades se derrumban como pájaros enfermos
y el tallo del dolor
se quiebra como la lanzadera
de un telar descompuesto?
¿O cómo hablarse cada uno a sí mismo
cuando nada, cuando nadie ya habla,
cuando las estrellas y los rostros son secreciones neutras
de un mundo que ha perdido
su memoria de ser mundo?
Quizá un lenguaje para los finales
exija la total abolición de los otros lenguajes,
la imperturbable síntesis
de las tierras arrasadas.
O tal vez crear un habla de intersticios,
que reúna los mínimos espacios
entreverados entre el silencio y la palabra
y las ignotas partículas sin codicia
que sólo allí promulgan
la equivalencia última
del abandono y el encuentro.
ROBERTO JUARROZ