Este frío azul y sediento trota desbocado
entre la mansa y gris letanía de las horas,
tras el cristal mojado y ebrio resbalan
igual que lágrimas quebrantadas gotas.
Se ríen las bocas ausentes, sus lenguas asesinas
salen a buscarme tras las esquinas turbias;
siento su rugoso tacto ungiendo mi cuello
mordisquean mi piel como moscas en celo
y sesean en el recodo trasero de mi nuca,
suena la melodía naranja del recuerdo.
Liban mis pétalos rosados y se agolpan
como mendigos condenados a su pena
sin ojos lloran,
sin manos roban despiadados
el manso discurrir de la blanca vida.
ana