En los recodos de la memoria van quedando grabadas
imágenes, olores, sonidos, sabores...
El viento de la vida puede mezclarlos, arrinconarlos, arremolinarlos
como hojas secas y amontonarlos en un rincón.
Cualquier ráfaga imprevista de dulzura, cualquier corriente de ternura,
cualquier palabra susurrada, cualquier aroma en el aire ,
cualquier sabor en nuestros tragos,
nos transportará rápidamente allá,
donde nadie barrió hace años.
Entonces un revuelo imprevisto de recuerdos marchitos,
que se resquebrajan como hojas secas y muertas,
nos escocerán, y por un momento,
la vida nos regalará un instante de felicidad.
Ana.