Cogió la pistola con su mano derecha, le quitó el seguro y se disparó un tiro en la sien. Cuando la sangre comenzó a caerle sobre las manos y aún un hilo finísimo le ataba a la vida, tuvo ganas de dar marcha atrás. Abrió sus ojos con esperanza de haber errado pero todo era ya del color de las cerezas.
ana