tras el azul marino, unos ojos australes,
un océano lejano y oscuro.
Una boca de distancia cierra cada vez más sus labios
apretando con fuerza los dientes y las ganas.
Esperas.
Un cielo de invierno resplandece con fuerza en el alma
un frío eleva el despertar temprano y el rezo cesa sólo a veces
para afrontar la palabra que no miente y por fin escapa
buscando el regazo y el consuelo breve en tu poema.
Pero pesa sólida, estricta, la mano si no escribe,
pesan los dedos hambrientos de piel,
se aferran los pies a un suelo de hielo boreal
excava el tiempo su hueco en el pecho.
Vamos!,- repica un eco de martillo
vamos!- suena tu voz en mi centro
pero no voy, no voy, no voy,
me espanta tu voz de vértigo.
Cómo llamas!,
ay!
cómo me llamas!
ana