Van perdiendo nitidez las palabras que hablan de ti
igual que las piedras se alisan con los años
se pierde la palabra dicha en el surco del olvido
arrinconada e inútil, inservible.
Son precisos los ojos que miran
preciso el ser para ser
necesaria piel
en el intermedio de tanto discurso.
Se constata que el silencio incluso
es brillante en el tacto,
y que son tus dedos y los míos
los verdaderos milagros.
Pero mira, -me dices-
y yo miro y no veo;
en la lejanía, tu distancia de espera,
impone su ritmo.
Pero en cambio,
si toco tu cintura y tu vientre
extendido a lo largo de mis manos
sé que nada se le parece.
ana