con tu ausencia a mi lado!
Me acompaña el sentir
que no vienes conmigo.
Los espejos, el agua
se creen que voy solo;
se lo creen los ojos.
Sirenas de los cielos
aún chorreando estrellas,
tiernas muchachas lánguidas,
que salen de automóviles,
me llaman. No las oigo.
Aún tengo en el oído tu voz,
cuando me dijo: "No te vayas."
Y ellas, tus tres palabras últimas,
van hablando conmigo sin cesar,
me contestan a lo que preguntó
mi vida el primer día.
Espectros, sombras, sueños,
amores de otra vez,
de mi compadecidos,
quieren venir conmigo,
van a darme la mano. Pero notan de pronto
que yo llevo estrechada,
cálida, viva, tierna, la forma de una mano
palpitando en la mía.
La que tú me tendiste al decir: "No te vayas.
" Se van, se marchan ellos, los espectros,
las sombras,
atónitos de ver que no me dejan solo.
Y entonces la alta noche, la oscuridad, el frío,
engañados también, me vienen a besar.
No pueden; otro beso se interpone en mis labios.
No se marcha de allí, no se irá.
El que me diste, mirándome a los ojos
cuando yo me marché diciendo: "No te vayas."
Pedro Salinas, "La voz a ti debida"
El cuadro "Edificio negro" (2.006), A. Quincoces.