Noche compartida en el recuerdo de una huida.
[...] Si fuertemente, a sangre y fuego, se graban mis imágenes, sin sonidos, sin colores, ni siquiera lo blanco. Si se intensifica el rastro de los animales nocturnos en las inscripciones de mis huesos. Si me afinco en el lugar del recuerdo como una criatura se atiene a la saliente de una montaña y al más pequeño movimiento hecho de olvido cae ---hablo de lo irremediable, pido lo irremediable---, el cuerpo desatado y los huesos desparramados en el silencio de la nieve traidora. Proyectada hacia el regreso, cúbreme con una mortaja lila. Y luego cántame una canción de una ternura sin precedentes, una canción que no diga de la vida ni de la muerte sino de gestos levísimos como el más imperceptible ademán de aquiescencia , una canción que sea menos que una canción, una canción como un dibujo que representa una pequeña casa debajo de un sol al que le faltan algunos rayos; allí ha de poder vivir la muñequita de papel verde, celeste y rojo; allí se ha de poder erguir y tal vez andar en su casita dibujada sobre una página en blanco. "
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FUGA EN LILA
Había que escribir sin para qué, sin para quién.
El cuerpo se acuerda de un amor como encender la lámpara. El silencio es tentación y promesa.
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“Pierdo la razón si hablo. Pierdo los años si callo”.
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La noche, de nuevo la noche,
la magistral sapiencia de lo oscuro,
el cálido roce de la muerte,
un instante de éxtasis para mí,
heredera de todo jardín prohibido.Pasos y voces del lado sombrío del jardín.
Risas en el interior de las paredes.
No vayas a creer que están vivos.
No vayas a creer que no están vivos.
En cualquier momento la fisura en la pared
y el súbito desbandarse de las niñas que fui.Caen niñas de papel de variados colores.
¿Hablan los colores? ¿Hablan las imágenes de papel?
Solamente hablan las doradas y de ésas no hay ninguna por aquí.Voy entre muros que se acercan, que se juntan.
Toda la noche hasta la aurora salmodiaba:
“Si no vino es porque no vino”.
Pregunto. ¿A quién?
Dice que pregunta, quiere saber a quién pregunta.
Tú ya no hablas con nadie.
Extranjera a muerte está muriéndose.
Otro es el lenguaje de los agonizantes.He malgastado el don de transfigurar a los prohibidos
(los siento respirar adentro de las paredes).
Imposible narrar mi día, mi vía.
Pero contempla absolutamente sola la desnudez de estos muros.
Ninguna flor crece ni crecerá del milagro.
A pan y agua toda la vida.
En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída.
¿Y qué? Ojalá pudiera, vivir solamente en éxtasis,
haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo,
rescatando cada frase con mis días y con mis semanas,
infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra
de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.
Alejandra Pizarnik (1936/1972)