El director Eric Rohmer (Jean-Marie Maurice Schérer ) perteneció a un grupo de redactores de la revista "Cahiers du Cinéma" de gente con nombres bien conocidos, Chabrol, Rohmer, Rivette, Godard y Truffaut. Estos sabían conjugar un estilo individual y un universo moral propio, universo que debía impregnar historias y temas, pero también dejar su rastro impreso en sus películas.
A Rohmer se le comenzó caracterizando como a un cineasta exigente en los contenidos y parco en la forma.
Pascal Bonitzer,en su libro "Eric Rohmer",1991, asocia el cine de Rohmer
directamente con lo ficcional más que con la tradición del naturalismo, con el cinéma-vérité o con las corrientes cinematográficas empeñadas en una captura de la realidad bruta; para Bonitzer, si el relato de suspense es el paradigma de toda historia, los filmes de Eric Rohmer representan un despliegue bastante ortodoxo de este tipo de relato; la mentira, las pistas falsas, las bifurcaciones y los juegos de adivinanzas son mecanismos de narración centrales a su cine; razón suficiente para sospechar que detrás de la intriga, detrás del “argumento” y, por supuesto, detrás de las apariencias, detrás del “documento”, discurre un relato más profundo, oculto en los pliegues de las imágenes y en las esquinas de la puesta en escena, en lo alusivo e incluso en lo ausente.
Las palabras y las imágenes, pese a estar captadas “objetivamente”, o precisamente por eso, liberan su ambigüedad natural. Son relatos con enigma, pero el enigma no se desvela nunca, el sentido último no se formula jamás, pues no hay respuestas unívocas a ciertas alternativas y dilemas humanos.
Joel Magny, a su vez en su libro sobre Rohmer nos demuestra cómo lo real abstracto, las idealizaciones, proyecciones, pensamientos y deseos de los personajes, encuentran a menudo un eco en el mundo sensible capturado por la cámara y en las rimas secretas de la forma visual; los dos espacios, tan claramente enfrentados en el cine de Rohmer, el físico y el mental, transcritos en una primera mediación por la imagen y la palabra, respectivamente. El desbordamiento del realismo lo lleva a cabo Rohmer en todos los ámbitos del relato: en el plano de lo “sensible”, al ir más allá de las apariencias de las cosas y “revelarnos” su belleza oculta o su participación en lo general o en lo universal (esto último nos obligará a hablar de belleza “superior” frente a belleza “natural” o inmediata); en el plano de la representación dramática, al distanciarse de lo mimético (de lo mimético como simple duplicación o imitación de la praxis humana común) y acomodar sus historias a la matriz de lo intemporal; en el plano de la figurativización, al ir más allá de una retórica ornamental y sugerir el cosmos como lugar de concordancias profundas.
Un recurso fílmico, en la temática de sus películas, una situación utilizada en muchas ocasiones por Rohmer, real, por cotidiana en el panorama socio-emocional, es el trío de personajes navegando en un tramo del mar de la vida.
Rohmer repite el esquema del trío de personajes en muchas de sus películas, desvelándose el secreto peor guardado de muchos de ellos y su cualidad más persistente: la inconsecuencia, la incoherencia, o sea, el desajuste entre su conducta y su discurso verbal, entre lo que hacen y lo que dicen.
Algo, por desgracia, muy habitual en nuestros días.
L'AMOUR, L'APRÈS-MIDI, no queda al márgen de este esquema, y su protagonista Frédéric, un yuppie aburguesado "felizmente" casado con una esposa estupenda, adora a las mujeres y la belleza (sin dejar nunca de ser fiel a la suya, pero dejando volar la imaginación). Orgulloso, pedante, ególatra, un tipo bastante repelente.
Se miente a sí mismo como un niño al imaginarse el héroe de sus historias. Y esto hace que este personaje esté bastante caricaturizado, casi grotesco, pues no es difícil ver como su facha impoluta y su simpatía exterior esconden a un ser que se cree encantador e irresistible pero en realidad es inseguro y débil.
"Cuentos morales" son seis relatos que Rohmer había escrito y que darán lugar, entre 1962 y 1972, a un ciclo compuesto por dos mediometrajes y cuatro largos: " Ma nuit chez Maud " y "La Genou de Claire" fueron los primeros en ser inventados, seguidos respectivamente- por "La Carrière du Suzanne", "La collectionneuse", "La Boulangère de Monceau" y, mucho más tarde, "L'amour, l'après-midi". Todos ellos están construidos sobre el mismo argumento-base: el protagonista y narrador busca o está comprometido con alguien, se encuentra o se siente atraído por una segunda y finalmente regresa de manera definitiva con la primera.
Rohmer confiesa haber concebido los cuentos "a la manera de seis variaciones sinfónicas" sobre un mismo esquema sometido a una vasta operación combinatoria" (...)
La referencia literaria que palpita detrás de los cuentos hay que buscarla en la novela del S.XIX, y si Rohmer decidió llamarles "morales" no fue por razones éticas sino estéticas. No se trata de transmitir mensajes ni de ofrecer moralejas, sino de narrar historias casi totalmente desprovistas de acción y dentro de las cuales todo transcurre en la cabeza del propio narrador, se trata en definitiva, de "contar cuentos".