Werckmeister harmóniák, de Béla Tarr
No quedan siluetas sinuosas
que se contorneen tras el negro velo
de la noche de los circos.
No quedan silencios ni invadidos desvelos
en este territorio desnudo.
¿Por qué aceptar entonces el chantaje a deshoras
de la sombra de las dudas que no nos dan la espalda?
Acompasan los silencios orquestados, y mudan
la espantosa marioneta de teatro
por una cobardía que a nada sabe.
Llevan las marcas que dejan las cosas en otras cosas,
deshechas en los bolsillos, desmenuzadas,
para soltarlas como sal en las heridas
supurantes y abiertas de las soledad.
ana