Arriba, en lo alto,
donde el círculo alcanza su final
y la bóveda sostenida contiene
todo el silencio de la noche.
En lo alto donde el cuerpo
surca las hoces de la soledad
y excava entre sus muros helados
un templo y un altar.
Allí la luz y el silencio
coronan la tierra y la inocencia;
se duelen y lloran las semillas
más puras.
Allí, la claridad sin tiempo
ilumina todas las cosas que importan
y proclama a los cuatro vientos
su limpia verdad.
ana