de las flores de la acacia;
su aroma habla.
Es tan difícil no sentirlas!
su roce tácito en mi boca,
saberlas crecer entre mis dedos
aun mutiladas.
Buscan, altas, la luz y la aurora
para cumplir su áureo ropaje
y el verdor que marzo cierne
sobre su copa última.
Hablan del último silencio
que el invierno sopló sobre sus ramas
-y del primero-,
saben del cruel abril
y de las mieles doradas
de las tardes de azafrán
que coronarán sus ramas.
ana