Ah!, cómo suena todavía el trueno en la garganta,
cómo se hincha mi lengua cuando te pronuncio.
Se escabullen las letras de tu nombre
intentando defender su morada en mi boca.
Cómo buscan su suelo de plata y su techo de sal
habitan diminutas,
intangibles, incansables...
Flores de tundra, temerosas, florecen
mis palabras al ya débil sol de las tuyas.
Las recito,
rosario de mantras sintéticos
que aprendí
casi de memoria.
Se descalza la paciencia benévola,
irrumpe el viento en su caverna antigua
ríos de agua y azufre corren por mis venas
y la suma total de mis miedos aviva aún esta hoguera.
ana