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viernes, mayo 22, 2009

EL GUARDIÁN DEL FUEGO

¿Cuándo me vestiste de marioneta?,
¿cuándo tu mano comenzó a mover mis hilos
desde arriba? (o desde muy adentro),
¿Quién me daba esa vida, la del movimiento
sin darme apenas nada más ?
Sí, yo me movía, autómata y sumisa.
¿Cuándo era yo y cuándo era la destreza de tus manos
la que me hacía mecerme en un baile dulce e insinuante
mientras tarareabas el estribillo de tu contienda?.
Dime:
¿ Hubo al menos un día en que mi vestido de muñeca
y mis manos de cera, mi cara,
te parecieran por sí mismos auténticos?

No lo sé, no recuerdo. No te lo pregunté nunca.
y realmente, a estas alturas ¿importa ya eso?

Tal vez este querer recorrer de nuevo el escenario
de nuestros días,
ese querer curvar de nuevo el torso al final de la obra
ese querer vestirnos de titiriteros
hoy ya sin aquél público ante el que un día nos regocijamos,
sea ya a destiempo. Lo es.

Y aquella hueca ovación que nos llenaba de alegría
y nos mostraba triunfantes,
aquella que nos hizo gritar a los cuatro vientos
nuestra gloria, esa ya no nos baste.

Y hoy, aquí estamos, frente a frente,
con el rostro más arrugado que de costumbre
por el gesto, por la espera, por los años,
por la espesura de tanto silencio abotargado.
Tu, yo y todo lo que nos separó
se achica, se diluye para aclarar
nuestros ojos como un colirio calmante
que nos alivia el escozor sólo por un día.

Y mañana,
no hay mañana,
ni solsticio de verano que acunar ya en nuestros brazos,
ni noche de San Joan en la arena,
ni más astillas para alimentar su hoguera.
Hemos ardido sí, hoy somos sólo recoldos mojados
al fondo de lo que fue un fuego,
que apagamos a tiempo
para no correr riesgos.

ana