Esto es un colmado o una "tienda de ultramarinos", de esas que podíamos encontrarnos antes en las ciudades, a menudo haciendo esquina, y todas muy parecidas.
Para mí han tenido siempre un encanto especial, sin saber muy bien por qué, me atraen. Las poquitas que han resistido a la revolución y forma de consumir, son joyas en las ciudades del siglo XXI.
Las galletas "María" en hermosas cajas de latón,
cubos de madera con sardinas
o arenques ahumados en la puerta de entrada.
Fiambres cortados sobre un peso de "Lion".
Una pala reluciente colmando un paquete ( de papel de estraza)
que llenaban de legumbres.
Latas de conserva apiladas, que llegaban hasta el techo.
Botellas de licor y vinos, envueltas en polvo centenario.
Protagonistas de estas tiendas de conservas, licores, sacos de legumbres, eran ellas, las mujeres del colmado.
Mujeres que miraban tras la ventana el pasar de la vida
como un expreso silbando en la lejanía,
mientras quitaban el polvo y las telarañas
a las conservas, licores, y a medio barrio.
Aquellas mujeres que asomaban tras el mostrador
de mármol blanco o de madera,
envueltas en su bata blanca,
eran ángeles de colmado fiando hasta fin de mes.