No importa en qué idioma se escriba o cómo se pronuncie, la idea es la misma. Son cuatro días de diversión absoluta que se disfrutan por igual en los cinco continentes.
En Río de Janeiro, las mulatas contonean sus cuerpos en un maratónico desfile por los 850 metros de la pasarela del Sambódromo, ante una multitud de 600 mil espectadores que no dejan de bailar al ritmo de la samba.
Es también tiempo para dar su mejor cara, tal como lo hacen los residentes de Nueva Orleans, quienes tratan de mantener viva una tradición de 34 años de desfiles de Mardi Gras. En la cuna del jazz, esta es una celebración a la vida.
En Venecia, una explosión de color y elegancia nos envuelve; un halo de misterio detrás de cada mirada, de cada máscara. Verdaderas obras de arte.
Aquí en España son famosos los de Cádiz, los de Tenerife (Islas Canarias), y un sin fin de pueblos que los celebran, unos más modestamente que otros, y todos con la misma ilusión.
La gente alrededor del mundo se olvida temporalmente de los escándalos políticos y de las crisis económicas. Todo por el Carnaval.