...On this broken merry go 'round and 'round and 'round we go,
Where it stops nobody knows...
And it ain't slowin' down, this merry go 'round...
Pienso en la felicidad. Casi sin haber terminado de visualizar la propia palabra, de pensarla, ya se ha desvanecido. Es esquiva.
Entonces recurro al truco de procurar ser "positiva", pensar en los momentos agradables, en las pequeñas alegrías, en los pequeños momentos de placer: mis hijos, la música, el cine, la Poesía, algunas puertas que se abrían por primera vez, la emoción del verano, los amigos y sus noches, los paseos junto al mar, los baños, los besos, ay los besos!
Pero quedo dolorida y cansada, se agotan los motivos o se hacen infinitos en su disiparse, me canso... me canso mucho.
Quiero retener todo aquéllo para sentir y saborear aquella sensación de felicidad de nuevo, antes de que acabe de irse del todo su color. Me quedo entonces, con los momentos guardados de nuevo, y sin fuerzas.
Soportar la certeza de que nada se podrá repetir por más que piense en ellos, me duele de algún modo extraño.
Pienso: hay algo que me hace inapropiada para sentirme feliz en el momento presente, (¿quizá por alguna razón solo puedo sentir la felicidad cuando recuerdo?)
Corren los días del pasado, pasados, de un lugar a otro, mezclándose y formando un todo amalgamado, como aquellas grandes bolas hechas de restos de plastilina, con las que ya no jugábamos porque no tenían ya color propio y eran una mala mezcla enorme e inservible.
Pienso en el futuro, plomizo y pesado, sostenido en alto, esperando su turno. Entonces llega su momento estelar y resbalo hacia un abismo vertiginoso y oscuro.
Luego llega la conciencia, recién peinada y lista para su jornada. Me mira, se ríe, se marcha sin decir nada.
Quedo en la noche, sumida en su trampa. A veces escribo, de algún modo esto me libera durante un tiempo de sus dientes blancos.
Al final, creo que me duermo.
ana