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domingo, noviembre 09, 2008

YO POR EJEMPLO Y EL INFINITO

Yo por ejemplo,

soy bastante menos delicada, más simple que lo que se puede suponer cuando se leen mis poemas. De ahí que algunos poetas que nos encantan luego nos decepcionen tanto como personas.
Alguien dijo que tenemos tres vidas paralelas, la real, la del arte y la de la interpretación del arte. Igualmente desarrollamos psicologías paralelas también para cada una de esas vidas.

Pensar en uno mismo, como hace el poeta, como hacemos los que leemos poesía, es como intentar conocer algo o querer conocer algo a base de darle golpes y romperlo para verlo por dentro, querer conocer la nuez golpeándola contra una piedra. Y creer después que los pedacitos rotos, las partes, son la nuez. Nunca el todo podrá ser igual a la suma de las partes, porque en la asociación de partes surgen nuevas propiedades.

HUELLAS HACIA UN INFINITO

Voy poniendo a secar tus huellas,
recogidas en la orilla,
dispersas aquí y allá.
Primero las tuve en un bote de cristal,
las miraba y remiraba, atónita.
Eran tus rastros, sobras de un manjar
que no había degustado y
comprendí que mi paladar no
había sido preparado para él.

Luego estabas tú.

Detrás del telón, observando
tu obra,
director de comedias y tramas de vida,
milimetrando las voces, los tonos,
los espacios,
tú eras quien construía el texto
quien elegía el escenario,
quien disponía las perspectivas
e inventaba los personajes,
quien dictaba los altos.

Pero no la herida,
la herida, no,
la herida nos lleva a cuestas,
mesura las diatribas y las ganas.

Y luego estaba yo,

en aquel patio de
butacas,
rebuscando en mis bolsillos
las migajas
de no sé qué pastel.

Sólo sé que tengo un tarro
lleno de huellas,
de sombras,
que recogí por ahí.
Que las miro,
quiero abrirlo,
disolverlas, triturarlas
masticarlas, saborearlas
y al fin,
engullirlas como se engulle
la serpiente, su presa.
Pero no, no lo haré,
dejarían de ser huellas,
dejarían de ser nuez.
Y porque nada tendría, y
si quisiera mostrar
su reflejo en mis palmas
las perdería en cualquier noche infinita,
y al perderlas
ni siquiera yo
ya me pertenecería.

ana