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martes, abril 05, 2011

CATHEDRAL

Conjuros de la memoria

No sé si un sol desmedido y burlón
me atravesará de punta a punta
cuando salten de mi pecho todos los gritos guardados
cuando se rompan las oscuridades
de mi perfecta catedral secreta
con el sostenido sonido del órgano medieval
ululando su voz de parto,
su alarido de queja y de tristeza.

Estoy como nací-desnuda-
mojada de lágrimas con el pelo chorreándome nostalgia
y un cansancio vetusto acomodado en mis huesos
y mientras me dejo ir en el humo,
viene su mano y me sostiene
y me levanta y me hace tronar de júbilo,
me zarandea las ganas de vivir,
me dice verde con ojos de monte
azul con el pelo espumoso de mar
estrella con las uñas brillantes
viento y sopla mi angustia y la desperdiga
y me hace nadar en el aire, retozar en los arroyos,
romper los relojes del tiempo,
borrar la huella de mis pequeños pecados
vueltos trascendentes por los oscuros designios
de su otro yo iracundo hermano de este duende iluminado
que me persigue en el sueño
en el que corro huyendo, siguiéndole yo a mi vez
juego de gato y ratón hasta que viene la lluvia
y la risa y volvemos a ser amantes helechos hojas atrapadas
en las correntadas de mayo y todo vuelve a empezar
cuando cruzamos lavados y nuevos
el umbral del paraíso.

Gioconda Belli


TARDE DE BRUJAS
Roja la sangre que no es ya roja, reliquia, muerte, pisadas hacia la oscura escalera, sin bancos su Aula Magna, sin profesor su atrio sagrado, sin luz, velas de llamas, veladas sin voces que agrandan un silencio claro que a las dos se apaga, sin un solo minuto en blanco, sin órgano, sin altares floridos, Magdalena ahogada en las aguas del olvido, casi sin aire, casi sin ti, sin titubeos, sin tu beso, rezo, al pie de un cañón y de un minúsculo verso que me guardo de nuevo, sin esfuerzo en el bolsillo de una camisa de fuerza bordada de oro muy fino, y mientras tanto, un beso queda adherido a su transparente brillo de por vida y sin certezas; afuera un helado de cerezas y un bombón aguardan junto a la taza de té y un tequiero a las cinco galletas de mantequilla y un ramo de narcisos que acompañan el bullicio a modo de orquestina, y vuelta al tren de las siete que se va poniendo el sol y tú te conviertes en bruja sin dientes, con prisa y en bicicleta con la melena al trote tras una marea subida de pobres turistas nudistas en esta playa del norte sin mar pero con barcos y puentes... y viceversa.
ana