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domingo, febrero 03, 2013

EL PULSO DE LAS AGUAS


¿Dónde? ¿en qué vergeles, regados siempre venturosamente, en qué
árboles?, ¿de qué cálices de flores, tiernamente desfijados,
maduran los extraños frutos de la consolación? Estos
frutos deliciosos de los cuales quizás encuentres uno en la pradera
hollada de tu pobreza

Soneto 17, Sonetos de Orféo, segundo libro- Rainer M. Rilke-


Hay, en el mirar a través del cristal frío
una aparente melancolía
un abrigar el olvido, un no  aventurarse.
Hay en la música de la lluvia
una nostalgia infinita, que perdura
en el compás del pulso.
Suena interior el eco contenido,
la  sangre y la memoria,
navegando las aguas del olvido
llegando al estrecho
donde el silencio se torna verso,
el verso se torna oscuro
 y
mío.
ana






   Un salto de agua, el trueno, el ulular de los bosques, el grito, las

aves, imitados y, con el pasar del tiempo, transformados en música,

constituyen algo que todavía hoy nos comunica con las experiencias

primarias, esos sonidos que forman parte de nuestro psiquismo

y de un proceso mental que nos ayuda a adivinar una lejana

procedencia. Ésta es la música del mito, la que suena en las

armonías de Osián, aquella que subyuga a Ulises en los estrechos

de Escila y Caribdis, la que Brahmā tomó para dar equilibrio al

Universo, la que tocó Orfeo y que, proclamada en el verso de Rilke

como «pre-canto que aún dura», puede oírse en un tambor,

en unas canciones de deportados, en el feliz canto de un marinero

o en el glisando electroacústico de un maestro contemporáneo.
 ...
 Hay un luminoso mundo de lo oscuro.

Quienes vivieron hace miles de años otorgaron al Sol un

carácter sagrado, no tanto porque anunciara y diera vida al nuevo

día, sino porque, consideraban, venía de la noche, donde se forjaba

el destino de cada uno. Lo que procedía de la penumbra era necesariamente

sabio, así lo estimaron.//

   El desconocimiento del pasado significa

equivocar el tiempo del ahora. Nietzsche escribe: «Solamente

mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse

que está en posesión de una “verdad”». Eso es lo que nos ha

sucedido.
Del "Diccionario de Ramón Andrés"